Solemos decir que este tiempo de Cuaresma es un tiempo de gracia y de conversión. Un tiempo que nos da la oportunidad de remover un poco nuestra vida para que sea más “despierta”
Pero para ello hace falta dos elementos. Dos elementos que están relacionados.
-Uno es la soledad, el silencio, el tiempo de retirarse y mirarse a uno mismo.
“Se quedó en el desierto cuarenta días”
Decía Pascal que “todas las desgracias le vienen al hombre de no saber quedarse solo en una habitación”.
Ciertamente el silencio y el desierto son necesarios para no perdernos, para vivir la propia vida y que no nos la vivan otros.
Sabiendo que quedarse solo “en una habitación” también entraña riesgo, porque nos compromete.
…”entre alimañas y los ángeles”
Y nos hace salir de nosotros mismos
“marchó a Galilea a proclamar la Buena Nueva”
-Y el otro elemento. Es la interpretación de los acontecimientos.
…”cuando arrestaron a Juan”
Porque el silencio, la separación del ruido y de las prisas de la vida, la oración… no es para ensimismarse y aislarse de todo sino para estar anclado y pre-ocupado por lo que ocurre (a mí, a otras personas, al mundo, en la sociedad..)
Interpretar para tomar postura, para tomar decisión,…. para descubrir lo que Dios quiere para mí.
Para ello es bueno y necesario dejarse empujar por el Espíritu de Dios, aquél mismo Espíritu que empujó a Jesús al desierto
…”el Espíritu empujó a Jesús al desierto”
El mismo espíritu que hoy y en este tiempo anima y empuja mi vida, tu vida, nuestras vidas.
Si nos queremos dejar llevar.
Date un tiempo –cuarenta días- y …”conviértete y cree en el Evangelio”