La Navidad (como tantas veces la vida misma) nos ofrece:
en lo sencillo lo sorprendente,
en lo pobre la abundancia de sentido,
en lo humilde lo grandioso,
en lo poco que cabe en la palma de la mano lo infinito,
en lo humano lo divino.
Por eso, como dice la canción (“Solo el amor” de Silvio Rodríguez)
Debes amar
la arcilla que va en tus manos,
debes amar,
su arena hasta la locura
y si no,
no la emprendas que será en vano.
Sólo el amor alumbra lo que perdura,
sólo el amor convierte en milagro el barro.