Si en la escena me pongo entre los que son invitados…
La llamada, la invitación es gratuita.
No hay que tener una cartilla donde ir acumulando puntos o sellos. Somos invitados al banquete del Reino no por nuestros méritos sino por la gratuidad de Dios.
Las llamadas en la vida y desde la vida son constantes. Una y otra vez Dio nos invita (“tengo preparado el banquete…”.) y yo estoy en mis negocios, en mis tareas y no descubro ni me dejo sorprender… y mi vida sigue empequeñecida, cerrada.
Si me pongo el papel de los criados….
Me pregunto a qué cruces de caminos salgo yo, a quién invito, a quienes me acerco.
Salir la periferia, no solo –como dice el papa Francisco- a las periferias geográficas sino existenciales. Donde hay lucha, sufrimiento, vulnerabilidad….
Para conocer, observar, acoger, ofrecer a quienes nadie ofrece.
Si me pongo en el papel del que no llevaba traje de fiesta….
Hoy me he mirado al espejo: ¿Cómo voy vestido por dentro?. ¿Me he dejado vestir de de los valores del evangelio?
La gratuidad de Dios reclama nuestra responsabilidad Y ¡hay que saber responder!.
Una parábola que parece desconcertante pero llena de sorpresas. El evangelio de hoy que puedes leerlo en VER ADJUNTOS.