1.- Solemos repetir que la Cuaresma es un tiempo de conversión. Un tiempo para hacer el camino de preparación a la Pascua.
Pero la conversión no es un tiempo ni un camino. Es la actitud con la que vivimos ese tiempo y ese camino.
(Ayer niño huellas)
Convertirse implica un movimiento afectivo del corazón y unos pasos efectivos de volver, volverse, de darse la vuelta.
Como cuando el hijo pródigo de la Parábola se dijo, cansado y arrepentido del camino que llevaba,: “Voy a volver a la casa de mi Padre…”
Es el primer momento para comenzar…. un proceso, que paso a paso, nos llevará al cambio.
2.- Hoy en el evangelio, Jesús nos invita a darnos la vuelta, a convertirnos. A vivir de otro modo. A gustar y saborear los valores y la Buena noticia del Reino. (El amor, el perdón, el servicio, la justicia, la humildad, la confianza en Dios,…)”.
Es decir a vivir en positivo. A descubrir otra forma de vivir más luminosa y más plena.
Porque sino –dice- quedarás en la sombra oscura y mediocre, en poca cosa… Y no crecerás y no tendrás plenitud ni felicidad.
Y nos lo dice con las dos situaciones o ejemplos.
El primero es como un espejo.
Cuando nos encontramos con situaciones de violencia, guerra, genocidios, masacres…(y esto pasa todos los días) (Gaza, ….las migraciones forzosas, el hambre, ….. Situaciones que claman al cielo.
Situaciones de muerte y violencia como aquellos galileos a los que mató Pilatos…
O, por otro lado, cuando vemos y nos encontramos con catástrofes, accidentes,… (Dana de Valencia…, el fuego, terremotos…
Como aquellos 18 que murieron aplastados –dice el evangelio-- una torre que cayó.
Ante esas situaciones ¿Qué se nos remueve por dentro? Y , sobre todo ¿Qué valores me obligan a reactualizar en mí?
Esas situaciones deben ser como un espejo que me pregunta: ¿Me hacen más sensible? ¿Mas compasivo?. ¿Me llevan a dar pasos: de ayuda, de denuncia y o de protesta? ¿Me empujan a ser más solidario, más austero, más justo?...
En definitiva a convertirme de algo. A reactualizar mis valores y opciones de vida.
Si no es que estás como muerto.
Como dijo alguien: “No basta con ser creyente, hay que ser creíble”
Y el segundo ejemplo: Es el de la higuera que, año tras año, no daba frutos.
Que también me lleva a preguntarme:
Si en una sociedad, como esta, de la apariencia y la exposición permanente…. si yo también aumento mis hojas y mis ramas para decirme a mí mismo y para que me digan los demás: ¡Que frondoso estas!
Pero mis frutos son pocos, pequeños y raquíticos.
Además, la imagen de la higuera también me lleva a preguntarme cuales son las raíces de mi vida. ¿Dónde está enraizada mi vida?. ¿Dónde y de qué se alimentan mis raíces?...
Cuando la raíz se descuida el árbol enferma, se marchitan sus hojas y no dan buenos frutos:
……..(silencio)
Y termina el evangelio dándonos una palabra de esperanza en este camino de conversión.
“Señor, déjala por este año; mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono por si da fruto en adelante…”
Es el Dios compasivo y misericordioso (que hemos rezado y cantado en el Salmo) El que perdona todas tus culpas, el que rescata tu vida de la fosa y te llena de gracia y de ternura….
Un Dios exigente, pero compasivo y misericordioso. Que pide higos a la higuera, no pide peras al olmo.
Cada uno allí donde esta, con sus circunstancias concretas….
(ENTREGAR la CARTULINA… HOJA de Higuera con pregunta)