“Los hogares unipersonales superan por primera vez en Euskadi a los compuestos por familias con hijos. Casi 300.000 persona viven solas.”
Era noticia (esta semana) de una encuesta del Gobierno Vasco
Este dato nos sirve de contexto, de telón de fondo y de apoyo para decir lo que ya vemos y sabemos: que la sociedad ha cambiado y que el estilo de familias también.
Hoy hay muchos formas y estilos de familias (Además de la tradicional y típica, está la monoparental, con hijos o sin hijos, la adoptiva, la de padres o madres separados, la de padres o madres homosexuales, la de acogida, la de…
Además de que en una sociedad multicultural como la nuestra se dan también familias de otros países con otras costumbre, gustos, etc…
Y es que hoy celebramos el domingo de la Sagrada familia. La familia de Nazaret: Jesús, María y José.
La familia es el lugar o el espacio donde nos sentimos confiados, plenos, el refugio donde nos aceptan y festejan lo que somos sin importar la condición económica, cultural, intelectual, religiosa o sexual.
“Es el lugar –(tomando una frase del Papa Francisco)—del encuentro, del compartir, del salir de sí mismos para acoger a otros. Es el primer lugar donde se aprende a amar”.
La familia es la escuela del alma.
Por eso, decimos que es sagrada. Sagrada familia. Un lugar sagrado que nos lleva enseguida a pensar que lo que realmente son sagradas son las personas.
Hoy damos gracias a Dios por la familia. De cada uno/una. (silencio)
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Pero volvamos al evangelio, donde el evangelista Lucas, al contarnos el relato del Niño Jesús perdido y hallado en el templo, nos quiere decir también que:
Para encontrarse con Dios, con Jesús hay que ponerse en camino, en proceso y buscarle. (4 veces el verbo buscar)
“Se pusieron a buscarle…”
“Se volvieron a Jerusalén para buscarlo…”
“Tu padre y yo te buscábamos angustiados…”
“¿Por qué me buscabais…?
También los pastores y los Magos (lo recordamos estos días de Navidad) se pusieron en su búsqueda.
Y es que encontrarse con Dios (ahora en Navidad) supone ponerse en su búsqueda.
Buscar a Dios es la tarea constante del creyente.
¿Dónde busco yo a Dios, donde me encuentro con él? (Lluvia de ideas)
“¿No sabíais que debía estar en la casa de mi Padre?”
Buscarle allí donde se hace presente. En la casa del Padre. Allí donde los valores importantes de la vida se anuncian y se dan. Allí donde Dios es.
Buscarle desde la humildad, la sencillez, guardando (como María) en el corazón lo que no llegamos a comprender.
“Su madre conservaba todo esto en su corazón”