“El pueblo (la gente) estaba en expectación y todos se preguntaban si….”
Cuando nuestra actitud es abierta. Cuando estamos expectantes, como aquella gente que estaba allí….
Es cuando podemos entender lo que pasa y qué significa eso que pasa.
1.- Lo primero que sabemos del Jesús adulto es que acude al Jordán (donde Juan está bautizando) y que allí se pone en la cola, a la fila como uno más.
No se cuela. No busca distinciones. Se suma a la fila de los pecadores. El último de la fila, con los últimos. Es ahí donde quiere estar.
Es la actitud que nos predispone también hoy para poder escuchar el sufrimiento de los más débiles, es el lugar teológico donde Dios se hace más presente. Donde uno llega no como salvador u ofreciendo caridad, sino el lugar para el estar y compartir su vida y apoyarse en la justicia y la compasión.
2.- El cielo se abrió, los cielos se rasgan. Ahora todo es distinto. Ya no hay distancias. Ahora podemos ver y oír a Dios.
En Jesús, Dios se nos acerca y nos habla al corazón: “Hijo mío, querido, Hija mía querida…en quien me complazco.
Es decir : me alegro que seas como eres. Me alegro sencillamente que seas.
¡Ya nada va a ser como antes!
Ahora entendemos a Dios no como amenaza sino como Padre-Madre.
3.- Y el espíritu, en forma de paloma, bajó y se posó sobre Jesús.
Una bella metáfora para decirnos que el Espíritu no es algo etéreo, volátil y tan invisible que…
…sino que se tiene que notar. Se tiene que dejar ver.
Que es el mismo espíritu que a Jesús le llevará a actuar y a decir, días después, en la sinagoga de Nazaret: “El Espíritu está sobre mí. Me ha enviado a dar la Buena noticia a los pobres, a los cautivos la libertad, la vista a los ciegos……”
4.- Y una voz del cielo que quedó para siempre suspendida en el aire:
“Tú eres mi hijo amado…”
Con razón, Juan había dicho un poco antes: “Yo os bautizo con agua. Un signo externo de conversión. Pero él os bautizará en Espíritu Santo y fuego..
Es decir, os transformará la vida. Os dará aire y calor.
Para que llevéis aliento a los demás, al mundo… y para que alumbréis y seáis luz y calor.
Para que seamos discípulos (seguidores y seguidoras de Jesús) y no solo buena gente.