Cuentan que un día llegaron a la India unos periodistas y políticos occidentales para ver y valorar la labor que hacía la madre Teresa de Calcuta. Cuando se encontraron con ella, estaba cuidando y acariciando a una persona moribunda que estaba llagada y tan abandonada por la salud y la higiene que casi daba rechazo.
Teresa la lavaba y la cuidaba, le daba besos y caricias… y un consuelo en su agonía.
Entonces unos de los periodistas dijo: “Yo esto no lo haría ni por un millón de dólares”
A lo que Teresa, volviéndose, le contestó: “Y yo tampoco. Yo solo lo hago por amor”.
Ella también había aprendido el modo de hacer de Jesús, de Dios.
Volvemos al Evangelio.
Jesús se acerca al enfermo, leproso. Lo toca, le habla… le devuelve la esperanza y la dignidad.
Y…el hombre leproso del evangelio de hoy ¿Cómo se llama?
-No. No tiene nombre. Quizás es el prototipo de toda marginación y representa a todos los excluidos de Galilea (y por extensión a todos de todo lugar y de todos los tiempos)
El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús, a Dios junto a todos aquellos/as que se sienten postrados (estaba de rodillas, “suplicándole de rodillas”), por la lepra y en ella todo aquello que nos hace sufrir y nos pone postrados, de rodillas.
Y ante esas situaciones (personales y sociales) de sufrimiento ronda la muerte y tantas veces la injusticia, Jesús se conmueve (“sintiendo lástima”, “compadeciéndose”).
Experimenta compasión. (Esa actitud que no está en la cabeza sino en las tripas, en las entrañas, en el ser entero)
Un padecer-con que le lleva a actuar: Alarga la mano (echa una mano, ponerse manos a la obra…), y venciendo y saltándose todas las normas sociales y religiosas de su tiempo y su cultura… habla con el leproso, lo toca y…. su palabra y su acción poderosa y, sobre todo, amorosa devuelven la vida y la dignidad a aquel hombre enfermo y marginado.
Cada día me llama más la atención el descubrir que Dios es un Dios que entra en diálogo con nosotros, conmigo.
Que habla y que responde.
-“Si quieres puede limpiarme”. –“Quiero, queda limpio”
Si solo hubiera hablado el leproso, nos quedaríamos en una mera petición, en una súplica, en un deseo.
Si solo hubiera hablado Jesús hubiera sido un mero voluntarismo.
El milagro se produce por que los dos: Dios y el hombre, el hombre y Dios entran en diálogo.
Dios dialogando con nosotros. En relación con nosotros.
Que esta semana nuestra oración también sea ésta: “Señor, si quieres, puedes limpiarme” (Y quedarnos en silencio humilde para escuchar la respuesta de Dios).
Hoy, el nuevo nombre del amor (en este día 14, de los enamorados) es COMPASIÓN.
Y en este domingo, donde celebramos la Campaña de Manos Unidas contra el hambre. Con el lema: “Contagia solidaridad para acabar con hambre”
Decir que la segunda actitud, afín a la compasión, es la solidaridad.
Obedece a la misma lógica de la compasión. Vamos al encuentro del otro para salvarle la vida, llevarle agua, alimentos, abrigo y especialmente calor humano.
Sabemos por la antropogénesis que nos hicimos humanos cuando superamos la fase de la búsqueda individual de los medios de subsistencia y empezamos a buscarlos colectivamente y a distribuirlos cooperativamente entre todos.
Lo que nos humanizó ayer, también nos humaniza hoy.
Por eso es tan conmovedor ver como tanta gente de todas partes se moviliza para ayudar a las víctimas y a través de la solidaridad darles lo que necesitan y sobre todo la esperanza de que, a pesar de la desgracia, sigue valiendo la pena vivir.