¡Claro que sí! Todos valoramos el dinero y nos agarramos a él como una oportunidad para vivir y organizar la vida en esta sociedad. El dinero nos da seguridad personal y familiar. Lo necesitamos para sacar la familia adelante.
“Ganarse la vida” o “ganar el pan de cada día” es para muchos/muchas la batalla sagrada y diaria. Y cuando esa posibilidad falta….
Pero también sabemos (incluso por propia experiencia), como dice Jesús hoy en el Evangelio, que el dinero es peligroso. Que poner la atención exclusiva en el dinero y las riquezas, acaparando…. Es muy peligroso porque el dinero enseguida nos endurece el corazón .Cuanto más más rápidamente.
Porque nos hace separarnos de las situaciones de dolor, de pobreza, de marginación y enseguida no hace exclusivos (un barrio, un coche, unas vacaciones….exclusivos) y nos alejan y no oímos el grito y el dolor de los demás.
Si no hacemos experiencia una y otra vez de compartir y aportar poco a poco nos va fallando la solidaridad y la justicia.
Lo que yo acaparo y derrocho va empobreciendo a otras personas. Y eso es injusticia social de la que nos hacemos cómplices y culpables.
Y es que la riqueza tiene un poder subyugador irresistible. Más… para más… y a costa de… y así el dinero termina sustituyendo a Dios. Y de ahí a la corrupción, a la estafa, al robo, a… un paso.
“Vosotros no podéis servir a Dios y al dinero”
(Puedes ver o descargarte la HOJA del "encuentro con La Palabra" que de este sábado 17 sept.) Ver Adjunto en esta misma pagina.